Colaboradora habitual del suplemento Señales con sus reseñas literarias e incansable en la difusión de la escritura hecha pormujeres, Marta Ortiz es ella misma una refinada creadora de cuentos en los que los climas y atmósferas delinean un mundo ambiguo, lleno de sutilezas y resonancias, lejos de los estereotipos, y a la vez predominantemente femenino.
Marta Ortiz nació y vive en Rosario, en cuya universidad nacional estudió Letras.
En narrativa, publicó El vuelo de la noche (La Editorial, Universidad de Puerto Rico, 2006/Primer premio de cuento, Bienal Internacional de Literatura Puerto Rico 2000), tiene inéditos una novela y el libro de cuentos Lloviznas matinales (Primera Mención en la categoría inéditos del premio provincial Alcides Greca 2007) y participó de numerosas antologías, entre otras Los cuentos (II premio IV concurso Fundación Victoria Ocampo, Buenos Aires 2007), II Concurso Nacional de Cuentos E. Gudiño Kieffer (Bibliográfika, Buenos Aires, 2005) y Cuentistas Rosarinos (UNR editora, Rosario,1999), así como en diversas revistas y sitios virtuales nacionales y extranjeros. Es autora del guión de Zoo…nando, espectáculo didáctico musical de Pro Música para Niños Rosario, publicó el libro de poemas Diario de la plaza y otros desvíos (El Mono Armado, Buenos Aires, 2009) y participó de las antologías Los poemas (II premio, I concurso de poesía A. Roemmers, Fundación V. Ocampo, Buenos Aires, 2009), Poetas rosarinos (UNR editora, Rosario, ediciones 2005 y 2007) y Poetas del Tercer Mundo (Ciudad Gótica, Rosario, 2008), entre otras. Obtuvo por sus cuentos y poemas numerosas distinciones, además del Premio Bienal Internacional de Literatura/2000, de Puerto Rico. Desarrolla intensa actividad cultural, coordina talleres de escritura y lectura en su ciudad y colabora en numerosas revistas y periódicos de su país y del extranjero. Conjuntamente con Gloria Lenardón, dirige la colección Narrativas Contemporáneas para la Editorial FundaciónRoss.
Se dijo de ella
…el misterioso aroma de ámbar de Clarice Lispector, que tan adecuadamente preside los textos, deja entrever pálidamente a veces, a golpes de color y sonido otras veces, las vidas de esas mujeres y de esos hombres que atraviesan las páginas, sus difíciles relaciones, el modo en el cual se engañan a sí mismos y a los demás. Angélica Gorodischer. Fragmentos del texto presentación de El vuelo de la noche. Gaceta Literaria de Santa Fe, Año XXIV, Nro 129, otoño de 2006
…es de un modo sesgado, oblicuo que Marta Ortiz plantea la intriga, con una eficacia que afortunadamente distancia los recursos narrativos de la receta del cuento clásico, ya que los textos están sostenidos literariamente por la construcción de un clima absorbente, la profundidad de un tono personal, el desmenuzamiento de la percepción, de una mirada única…Irma Verolin
http://archivo.lacapital.com.ar/2006/06/11/seniales/noticia_300259.shtml
Los textos de Ortiz plantean la posibilidad de otra alternativa, de otra propuesta no sólo en el frente manifiesto y en el envés oculto de los personajes sino también en las formas y estructuras de construcción del relato que escapan a la ortodoxia del género cuento. Antonia Taleti. CONFLUENCIA, Revista Hispánica de Cultura Y Literatura (University for Northern Colorado), Fall 2007
http://www.unco.edu/hss/confluencia/fall_2007.html
Ella dijo
¿Influencias? Muchas, porque he leído mucho. Quizá la de Katherine Mansfield es una que sobresale entre las otras, porque la leí de grande, en la misma época en que descubrí cuántas otras mujeres escribían.
Entrevista de Fernanda González Cortiñas http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-3145-2006-04-19.html
cabe preguntarnos qué ocurre cuando se quiere encontrar un lenguaje capaz de articular la mirada de la mujer, de nombrar aquello que aún no ha sido nombrado (tal como lo sugiere el vacío cuantitativo de escritoras en la historia oficial de la literatura), y que pertenece a la experiencia intransferible de una mujer; qué sucede cuando miramos atrás en busca de esas madres literarias que en algún momento habrán intentado poner en palabras esas mismas experiencias y ver de qué manera la diferencia sexual ha quedado inscripta en su lenguaje y así, ir incorporando la historia que nos antecede.Congreso de escritoras de América Latina, MALBA; Buenos Aires, octubre 2002. Publicado en revista Feminaria, Año XIV, Nº 26/27, Buenos Aires (julio de 2001, pág.67
Dos cuentos inéditos
Bossa Nova
Amenazó lluvia todo el día, pero a eso de las diez de la noche una firme cúpula de estrellas sostuvo bien alta la estructura del cielo.
En el bar, el espectáculo da comienzo. Sobre la pared de ladrillos, a un lado del escenario, tres pinturas en tonos de azul. La silueta de la cantante se dibuja intensa bajo una red de luces calidoscópicas. La bossa nova aceita el rítmico cabeceo del público y recala sus acordes tibios en él, que la mira a ella con un brillo ardido en la mirada.
El avance del show lo predispone al éxito: el pacto secreto con ángeles obsecuentes le prometió una cita con la cantante, o mejor, le prometió la cantante misma. Sin proponérselo la imagina de aquí para allá en el interior de una casita de azúcar con techo de oblea a dos aguas donde un día vivirán juntos. Ella cuidará un heliotropo, lo regará todos los días a la misma hora.
Desde el rectángulo que define uno de los cuadros en la pared de ladrillos, la cabeza geométrica de un carnero lo mira a los ojos, azul.
Ella canta “Tú no me conoces”, de Ray Charles. Él frota sus manos hasta sacarles chispas. Pide un bis, otro café y una cerveza. A ella la voz se le hace agua, más íntima y dulce; pero él, sin saber por qué, de golpe sombrío, piensa que a pesar de las imágenes que lo atraviesan, es cierto, él no la conoce y ella a él tampoco.
La voz de terciopelo, ajena al desaliento del hombre, promete, transgrede, sonoriza el vacío, se hace caracol, interpreta a Baden Powell, Toquinho, Vinicius. Él sonríe y de nuevo el brillo ardido en la mirada hecha péndulo: de la cantante al neón verde y azul en el cartel de Quilmes y del neón verde y azul otra vez a la cantante.
“No podemos ser amigos”, insiste ella, y entonces él, que todo el tiempo ha interpretado un solo de ilusión, más que nunca duda y se siente obligado a bajar de un trago la cerveza, imprevistamente perdido ante el vacío que no acaba de abrirse a sus pies. “Desafinado”, de Bom Jovim marca el final y la lluvia de una cálida retórica de aplausos antecede el último par de temas pactados.
La cantante se despide con una sonrisa y el abrazo de sus brazos extendidos, pero a él ni lo mira. No obstante, aferrado a la quimera de un recital cantado sólo para él, sonríe como si esperara algo: un souvenir, un regalo de la casa. ¿Acaso no le prometieron presentarle a la cantante ni bien acabara el recital?
No sin estrépito y vidrios rotos regresa de su alocado circunloquio mental y la ve a ella abrazada al guitarrista que en un gesto posesivo y fugaz le besa el cuello. Antes de abandonar el local, ella se detiene, gira la cabeza y le sonríe un saludo póstumo que él siente como la última moneda que tintinea al fondo de la gorra pordiosera. La puerta vaivén queda temblando unos segundos y la cantante se pierde en los túneles de la noche.
El cielo encapotado a última hora responde firme al pronóstico de lluvia. El hombre se levanta el cuello del abrigo, hay viento. Mira el cielo. Ni una estrellita en lo alto de su página.
Gato encerrado
Los ojos de los tíos centellean más preocupados que furiosos en la alta oscuridad sobre baldosas geométricas.
El zaguán es largo y poco ventilado, pero hoy parece interminable. Se respira adrenalina sobre vaho añejo a orín de gato, dulzón y acre, toquecitos secos de aserrín y humedad de pana raída.
-A Félix se lo tragó la tierra; ¿mish, mish? –informan, hacen como que rastrean, un poco al tuntún, agitan nerviosos las manos y los brazos como aspas destacando su palidez en la sombra.
-Mentira –dice Orfelina, tan bajito que los tíos no pescan ni jota –lo escondieron, lo doparon, lo prestaron. Parecen máscaras de talco en la oscuridad, piensa. Juega a medir el tiempo con saltitos cortos y ruidosos; revisa la niña una a una las habitaciones de la casa chorizo.
–Cuatro patas tiene el gato una dos tres cuatro, se escapó, se murió, el minino se extravió -canta.
Para un felino todo piso es campo de algodón y aunque ella estira las orejas no oye más que el tintineo de las pulseras de su tía. Oye también el chasquido del arco invisible que en el aire trazan sus propios saltitos. Detrás, los cuatro ojos incrustados en las caras de talco, vigilan. Restregándose inquietas, las garras al final de los brazos mienten un desasosiego ridículo.
-Minino nones –se resigna Orfelina.
A la niña nadie le pierde pisada. La leyenda dice que siendo más niña aún, decoró la cola de su gato con un moño de elástico. Y la cola se quebró. En su descargo ella declaró que cintas para adornarlo no encontró, que en el costurero había solo elástico, y que entonces blá, blá y blá.
Trascendidos los lindes de su casa, la noticia giró la vuelta al barrio y a la ciudad y aún a las otras ciudades y se presume que al mundo, a juzgar por la conducta de los tíos de Pergamino cada vez que ella viaja con sus padres de visita a esa ciudad.
-Que se lo coman asado, que lo planten en el jardín. ¡No es más que un huevo peludo, minino estúpido y retacón! –bosteza Orfelina.
Se deshace del oscuro abrazo del zaguán como quien se sacude pétalos de lluvia y pelos de Félix.
Digna, promueve el descarado fru-fru de su vestidito de piqué. Rítmica como entró, a saltos de cigüeña, sale a la luz. Piensa en las moras moradas en el baldío, casa por medio: promesa de juego jugoso, la tarde entera con su primo Andrés.
Más de Marta Ortiz en El síndrome de Chejov: http://elsindromechejov.blogspot.com/2009/07/chejoviana-12-el-cofre-verde-un-relato.html
Vuelo de noche: http://marta-ortiz.blogspot.com/
Para ver la nota en el suplemento "Señales" del diario La Capital de Rosario hacer click aquí